Orilla

Otros días, los que fueran los días
luminosos, las antes encendidas
tardes, los encuentros, las presentidas
luces que se elevaban en lo oscuro
mientras se revelaban en la mano
trémulas culebrillas aparecidas
en la palma, por dentro debatiéndose.

Aquellos días en que se esperaba el milagro
como confirmación de los deseos
y palabra vuelta acto en un segundo
de captura veloz, de una mano introducida
hasta la misma sima de lo negro
donde raros engendros de la noche
habitaban sus cuerpos impensados.

Y era un tritón lo que parecía una culebra,
aquello que seguía agitándose en el puño.
El diestro cazador pretendía consagrarse
a la caza de monstruos ocultos en el barro.

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